El tejido de la piel pasa por una serie de cambios. Algunos de los principales son que las capas interna y externa de la piel (dermis y epidermis) crecen más finas, la elasticidad se pierde, el área que une la dermis a la epidermis se vuelve menos amortiguado y el tejido es menos capaz de luchar y reparar los daños.
Factores externos, como los rayos del sol, aceleran el envejecimiento generando radicales libres. Aunque las células están equipadas con mecanismos que neutralizan su acción, es posible reducir el daño celular mediante el uso de inhibidores que reducen el riesgo. Uno de tales inhibidores naturales es el aceite de oliva, cuyo perfil lipídico es muy similar al de la piel humana.
Además de los polifenoles, el aceite de oliva tiene una gran proporción de vitaminas A, D y K, así como la vitamina E, la principal fuente de protección contra los radicales libres que producen la oxidación celular. Esto hace que sea una buena ayuda en terapias específicas para tratar trastornos de la piel como el acné, psoriasis y eczemas seborreicos.
También se ha sugerido que debido a su pronunciado efecto antioxidante, el aceite de oliva podría desempeñar un papel en la prevención de la oxidación continua, uno de los procesos que influye en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer de piel. Los estudios de vitamina E han comenzado, pero este tipo de trabajos tardan mucho tiempo, lo que significa que aún no se dispone de datos concluyentes. Sin embargo, la teoría es que se cree que el ácido oleico desempeña un papel importante en la contrarrestación de la oxidación continua
*Fuente: Consejo Oleícola Internacional.